En un mundo cada vez más interconectado y globalizado, las crisis que enfrentamos son también cada vez más globales. El cambio climático, la desigualdad económica, la crisis sanitaria de la pandemia, son problemas que trascienden las fronteras nacionales y requieren soluciones que también lo hagan. En su reciente libro, "Cooperación: Una Teoría Política, Económica y Social", Bernard E. Harcourt, profesor de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia, propone una nueva forma de abordar estas crisis globales.
Harcourt argumenta que la democracia liberal, tal como la conocemos, está en crisis y no puede abordar adecuadamente estos problemas urgentes. Este argumento es particularmente relevante en un momento en que vemos cómo las democracias liberales en todo el mundo están siendo desafiadas por movimientos populistas y autoritarios. Sin embargo, Harcourt sugiere que hay otro camino: la democracia de cooperación.
La democracia de cooperación, como la describe Harcourt, es un sistema en el que las personas trabajan juntas para extender los ideales de democracia participativa y sostenibilidad a todos los aspectos de nuestras vidas. Esto incluye desde cooperativas de consumidores hasta sindicatos de crédito, cooperativas de trabajadores hasta mutuales de seguros, organizaciones sin fines de lucro hasta ayuda mutua. Estas formas de cooperación no dependen de la política electoral, sino que aprovechan las prácticas y valores de larga data de las cooperativas: autodeterminación, participación democrática, equidad, solidaridad y respeto por el medio ambiente.
Este enfoque es radicalmente diferente de la forma en que solemos pensar en la economía y la política. En lugar de privilegiar el retorno del capital, Harcourt argumenta que necesitamos construir organizaciones y redes cooperativas, economías solidarias y proyectos colaborativos que promuevan el bienestar de todos y la sostenibilidad de nuestro entorno vital. Este es un cambio de paradigma que cuestiona las teorías antiguas de autonomía individual, dominio del hombre sobre la naturaleza, maximización del crecimiento y riqueza de las naciones.
Harcourt no solo propone esta nueva teoría, sino que también proporciona ejemplos concretos de cómo se puede implementar. Desde el nivel local hasta el global, hay innumerables ejemplos de sistemas exitosos de cooperación. Harcourt destaca el trabajo de la Asociación Cooperativa Internacional, fundada en 1895, y la Red Intercontinental para la Promoción de la Economía Social Solidaria, fundada en 1979. También menciona esfuerzos locales como la Asociación de Cuidado en el Hogar Cooperativo en el Bronx y Brooklyn, y la Cooperativa de Alimentos de Park Slope en Brooklyn.
Además, Harcourt rinde homenaje a W.E.B. Du Bois y su libro poco conocido de 1907, "Cooperación Económica entre los Negros Americanos". Este libro, que detalla las diferentes formas de cooperación dentro de las comunidades afroamericanas en los Estados Unidos, es un recordatorio de que la cooperación y la solidaridad han sido fundamentales para la supervivencia y el progreso de las comunidades marginadas y oprimidas a lo largo de la historia.
Reflexionando sobre las propuestas de Harcourt, es evidente que su teoría de la cooperación es tanto una crítica a las estructuras existentes como una visión de un futuro posible. Es una crítica a la forma en que nuestras sociedades están organizadas actualmente, con un enfoque en la competencia y el individualismo que a menudo deja de lado a los más vulnerables y daña nuestro medio ambiente. Pero también es una visión de cómo podríamos reorganizar nuestras sociedades de una manera que sea más justa, sostenible y democrática.
La cooperación, como la describe Harcourt, no es solo una estrategia para resolver problemas específicos, sino una forma de vida y una filosofía política. Es una forma de entender nuestras relaciones con los demás y con el mundo que nos rodea. En lugar de ver a los demás como competidores en una lucha por recursos limitados, la cooperación nos invita a ver a los demás como socios en un esfuerzo común para construir un mundo mejor.
Esta visión de la cooperación también tiene implicaciones profundas para cómo entendemos la democracia. En lugar de ver la democracia simplemente como un sistema de gobierno en el que las personas votan por representantes para tomar decisiones en su nombre, la democracia de cooperación ve la democracia como una forma de vida. Es un sistema en el que las personas participan activamente en la toma de decisiones que afectan sus vidas, no solo en el ámbito político, sino también en el económico y social.
Harcourt no pretende que la cooperación sea una panacea para todos nuestros problemas. Reconoce que la cooperación puede ser difícil y que no siempre produce los resultados que esperamos. Pero argumenta que la cooperación ofrece una forma de abordar nuestros problemas que es más justa y sostenible que las alternativas.
En resumen, el libro de Harcourt es un llamado a la acción. Nos insta a tomar la responsabilidad de nuestro futuro y a trabajar juntos para construir un mundo más sostenible y equitativo. Nos recuerda que la cooperación, no la competencia, es la clave para enfrentar los desafíos globales que enfrentamos hoy. En un mundo cada vez más polarizado y dividido, el mensaje de Harcourt es un faro de esperanza y una guía para un futuro mejor. Nos desafía a todos a pensar de manera diferente sobre cómo podemos vivir y trabajar juntos para superar los desafíos que enfrentamos.
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